El niño coreano en la bolsa militar: la increíble travesía de Carlos Arturo Gallón entre Corea y Colombia

Jun 14, 2025
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El niño coreano en la bolsa militar: la increíble travesía de Carlos Arturo Gallón entre Corea y Colombia

Un secreto guardado en una bolsa: los orígenes de una leyenda

¿Sabías que una de las historias más insólitas de la Guerra de Corea tiene como protagonista a un niño que viajó oculto en una bolsa militar hasta Colombia? Carlos Arturo Gallón, cuyo nombre original era probablemente Yung Ucheol, fue hallado por soldados colombianos hurgando en la basura, hambriento y sin familia. Su edad nunca fue clara, pero se estimaba que tenía entre siete y ocho años. Durante más de una década, su existencia fue un secreto celosamente guardado por los miembros del Batallón Colombia, el único contingente latinoamericano que participó en la guerra junto a Estados Unidos y Corea del Sur.

El Batallón Colombia y la guerra que unió dos mundos

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En 1951, Colombia, bajo el mando del presidente Laureano Gómez, envió 5,000 soldados a la península coreana. Este acto, motivado por la política internacional de la Guerra Fría, marcó para siempre la historia de ambos países. Entre los soldados estaba Aureliano Gallón, un hombre conocido por su carácter aventurero, quien sintió una profunda compasión por el pequeño coreano. La guerra, que dejó millones de muertos y familias separadas, fue el escenario donde nació esta peculiar relación padre-hijo.

De huérfano a símbolo nacional: la vida de Carlos en Colombia

Aureliano Gallón, incapaz de obtener permiso oficial para llevarse al niño, tomó la arriesgada decisión de esconderlo en una bolsa militar y embarcarlo en el viaje de regreso a Colombia. Durante 28 días, el niño fue alimentado y cuidado en secreto. Ya en Antioquia, fue bautizado como Carlos Arturo Gallón y creció en un entorno extraño, enfrentando el rechazo de su madrastra y la rebeldía propia de quien busca pertenecer. Su vida privada se convirtió en asunto público: su boda fue noticia nacional y su figura, envuelta en mitos y rumores, se transformó en símbolo de la hermandad colombo-coreana.

El peso del pasado: abandono, memoria y reconstrucción

La infancia de Carlos estuvo marcada por el abandono materno y la ausencia de raíces. Durante años, no recordaba cómo había llegado a Colombia ni si su viaje fue voluntario. Según testimonios recogidos por el periodista Andrés Sanín, los soldados creían que el niño aceptó irse, pero la realidad es más compleja: era un menor desnutrido, sin documentos, incapaz de comprender el alcance de su destino. La historia de Carlos Arturo es también la de miles de niños huérfanos de guerra, obligados a sobrevivir en circunstancias extremas.

La reconstrucción de una vida: fama, familia y soledad

En Colombia, Carlos Arturo trabajó en archivos del Ministerio de Defensa y formó una familia, aunque su vida estuvo marcada por la soledad y la distancia emocional. Su matrimonio fue ampliamente cubierto por la prensa, pero años después su esposa lo abandonó llevándose a uno de sus hijos. El otro, Yunc, se mantuvo cercano a él y fue clave para reconstruir la historia familiar. El periodista Sanín, tras entrevistar a Yunc y a veteranos del Batallón Colombia, publicó el libro 'El niño de la tula', que revivió el interés por esta historia en ambos países.

El reencuentro imposible: regreso a Corea y sanación

En 1999, gracias a un programa de televisión surcoreano, Carlos Arturo regresó a Corea después de casi 50 años. El viaje fue emocionalmente abrumador: la modernidad de Seúl, la atención mediática y, sobre todo, el reencuentro inesperado con su hermana, quien lo reconoció por una cicatriz de la infancia. Por fin, Carlos supo que su madre no lo había abandonado, sino que había partido para buscar el sustento de la familia. La reconciliación con sus raíces permitió sanar heridas abiertas durante décadas.

Reacciones de la comunidad: entre el mito y la empatía

En foros coreanos como DC Inside y Theqoo, la historia de Carlos genera debates sobre el significado de la identidad y el dolor de la diáspora. Muchos usuarios expresan admiración por su resiliencia y tristeza por el destino de los niños de la guerra. En Colombia, blogs y medios resaltan su figura como un puente cultural y un recordatorio de la solidaridad entre pueblos. La publicación del libro de Andrés Sanín y la cobertura de la BBC han renovado el interés por este caso, inspirando a nuevas generaciones a reflexionar sobre la memoria histórica.

Legado y última voluntad: la travesía no termina

Carlos Arturo Gallón falleció en 2013 en Bogotá, pero su historia sigue viva gracias a su hijo Yunc, quien lucha por cumplir el último deseo de su padre: que sus cenizas descansen en suelo coreano. El 'niño de la bolsa' se ha convertido en un símbolo de esperanza, superación y reconciliación, y su legado trasciende fronteras, recordándonos que las heridas de la guerra pueden sanar a través del reencuentro y la memoria compartida.

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